El lupus es una enfermedad autoinmune crónica en la que, por razones desconocidas, nuestro sistema inmunitario ataca por error a tejidos y órganos del propio cuerpo. Su diagnóstico es relativamente difícil y su tratamiento suele ser complejo.
¿Cuáles son los síntomas del lupus?
La enfermedad evoluciona en forma de brotes agudos, donde los síntomas son más numerosos y más intensos, intercalados con periodos sin síntomas, lo que se conoce como "remisión".
Durante los brotes la mayoría de pacientes experimenta síntomas solamente en unos pocos órganos. La mitad de las personas con lupus únicamente tienen afectación de la piel y las articulaciones. Sin embargo, la lista de síntomas que es capaz de producir el lupus es muy extensa y puede abarcar las articulaciones, la piel, los riñones, el corazón, los pulmones, los vasos sanguíneos y el cerebro.
Los síntomas más comunes son el dolor articular o artralgia, la fiebre de más de 39º C, la artritis o inflamación de una articulación, la fatiga extrema o prolongada, erupciones cutáneas -en particular en forma de alas de mariposa sobre nariz y mejillas-, la anemia, lesiones en el riñón, sensibilidad a la luz o el sol y caída del cabello, entre otros.
El lupus es una enfermedad de causa desconocida y la genética desempeña un papel importante en la enfermedad, pero también hay otros factores implicados: las infecciones, el uso de antibióticos, la luz ultravioleta, el estrés extremo, algunos medicamentos y las hormonas. Aunque cualquiera puede padecerlo, no es una enfermedad contagiosa y es más frecuente en mujeres en edad joven.
Según el estudio EPISER sobre prevalencia e impacto de las enfermedades reumáticas, realizado por la Sociedad Española de Reumatología (SER), la prevalencia de lupus en nuestro país sería de unos 10 casos por cada 100.000 habitantes.
Puesto que el lupus se puede parecer a otras enfermedades y tiene temporadas en las que se encuentra en remisión, el diagnóstico no es fácil. Además, no existe ninguna prueba o parámetro de laboratorio único que pueda determinar si una persona tiene lupus o no.
En general, el diagnóstico se basa en tres aspectos:
- Una historia clínica completa y rigurosa
- Una exploración física general cuidadosa
- Los resultados de un análisis de sangre en busca de los auto-anticuerpos producidos por esta enfermedad autoinmune.
En la inmensa mayoría de las personas con lupus, el tratamiento es capaz de minimizar los síntomas, reducir la inflamación y mantener las funciones corporales dentro de la normalidad.
Actualmente se emplean varios grupos de medicamentos para el tratamiento del lupus:
- Antiinflamatorios no esteroideos (AINE),
- Corticoides orales.
- Antipalúdicos.
- Inmunosupresores.
- Fármacos biológicos.
- Otros fármacos, en función de los síntomas presentes y de los órganos o sistemas afectados en una persona (contra la hipertensión, para la coagulación de la sangre, etc.)
La creciente concienciación profesional y la mejoría de las técnicas diagnósticas y de los métodos de evaluación están contribuyendo al diagnóstico y al tratamiento temprano del lupus. Con los actuales métodos terapéuticos, hasta el 90% de las personas con lupus pueden tener una esperanza de vida normal.
Según explica el Dr. Xavier Tena, reumatólogo, “en una cuarta parte de los pacientes la enfermedad sigue un curso benigno y algunos alcanzan la remisión prolongada. La propensión a las infecciones, el deterioro de la función renal, los episodios de trombosis y las complicaciones del sistema nervioso ensombrecen el pronóstico. No obstante, la supervivencia es muy elevada y se ha incrementado en las últimas dos décadas”.
Respecto a los consejos que deben seguir los afectados, este especialista recomienda que no estén expuestos al sol de forma prolongada y utilicen filtros solares, puesto que la radiación ultravioleta es un importante factor ambiental desencadenante de los brotes.
“Además –añade-, debe controlarse la adicción al tabaco y otros factores de riesgo cardiovascular como la obesidad, la diabetes, el colesterol, la hipertensión y el estrés, además de promover el hábito de una dieta rica y equilibrada y la práctica de ejercicio físico moderado”. “No debe desestimarse el control periódico con el médico –concluye- para seguir el curso clínico y analítico de esta enfermedad crónica”.