Los trastornos psicológicos y su relación con las enfermedades dermatológicas

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La piel es el órgano más grande y visible del cuerpo, una barrera con el mundo que nos rodea y que puede verse afectada por factores corporales internos o ambientales externos. Es posible que alguna vez hayas notado un cambio en tu piel después de una época complicada en tu vida, o la aparición de picores cuando sientes estrés. 

Para responder a  la pregunta de: ¿cómo se relacionan los trastornos psicológicos y la piel?, debemos conocer primero una disciplina relativamente nueva, pero que cada vez es más recurrente en el ámbito de la salud: la psicodermatología, que se encarga de las patologías cutáneas resultantes de la interacción entre mente y piel.1

La piel es el órgano del “apego”, ya que las experiencias físicas iniciales de los recién nacidos son táctiles desde el principio. Esas primeras experiencias de interacción con la madre, establecidas a través de la piel, son indispensables para lograr el adecuado desarrollo orgánico y psicoemocional de la persona y afectará a la calidad de las relaciones interpersonales que desarrolle en el futuro.2

La piel funciona como receptora y emisora de información que nos llega del exterior, pero ahora también conocemos, gracias a diversos estudios, que el 80% de los trastornos de la piel tienen un origen psicosomático.3 Dado que la piel es la parte más accesible del cuerpo humano, no es raro que muchas personas expresen a través de su piel impulsos de naturaleza agresiva, ansiosa o autodestructiva, provocándose síntomas dermatológicos, como por ejemplo, el trastorno de excoriación, la tricotilomanía, o el cutting.2

Patologías psicodermatológicas más comunes

Podemos entender la piel también como una herramienta de medición de nuestras emociones, pues algunas reacciones cutáneas como el sudor excesivo, palidez o rojeces, no son más que indicadores de ansiedad, miedo, angustia o tensión. Otro ejemplo es la urticaria, que puede ser una exteriorización emocional de la depresión sin importar si la lesión cutánea tiene una causa química o física.3

El estrés, por su parte, es un trastorno grave que se aprecia también en la epidermis. El acné tardío, por ejemplo, afecta a mujeres de entre 35-45 años antes de su ciclo menstrual y es debido principalmente a cansancio y nerviosismo.3

Por otra parte, las personas hipersensibles a las que les cuesta expresar sus emociones tienden a manifestar prurito o urticaria. Además, la depresión o el dolor por la pérdida de un ser querido pueden suponer un caso de alopecia o psoriasis.3

Es fundamental lograr un equilibrio entre lo mental y lo físico para disfrutar de una buena salud en general, pero especialmente si nos preocupa prevenir enfermedades psicodermatológicas. Al gestionar nuestras emociones de una forma correcta, podremos desarrollar una inteligencia emocional que nos permitirá ser conscientes de nuestros sentimientos y comportamientos en todo momento y, consecuentemente, mejorará la calidad de nuestra piel.

 

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