Hacer ejercicio suave y de forma regular es fundamental para las personas con espondilitis anquilosante (EA). No sólo por los beneficios ya conocidos del deporte para la salud en general, sino porque además, en el caso de las personas con espondilitis anquilosante contribuye a la mejora de sus síntomas.
Así pues, si tienes EA y estás decidido a que esta enfermedad no limite tu vida, el deporte es tu gran aliado. Te ayudará a fortalecer la espalda y a evitar la rigidez, además de evitar que avance la pérdida de movilidad.
Como siempre, en Tú cuentas mucho, te proponemos que lo consultes con tu médico para que te proponga los ejercicios más convenientes en función de tus posibilidades. No obstante, es importante que sigas una serie de recomendaciones básicas a la hora de realizar estos ejercicios.
- En primer lugar, comienza poco a poco. Si no estás acostumbrado a hacer deporte, es necesario que vayas incluyendo más ejercicios o alargando las sesiones progresivamente.
- No trates de abarcar todos los ejercicios en una sola sesión. Puedes distribuir los distintos ejercicios a lo largo de la semana sin necesidad de ejercitar todas las zonas el mismo día.
- El ejercicio debe ser suave y es recomendable que lo practiques a diario. Pero si al comenzar el ejercicio estás muy cansado o notas dolor y rigidez, es preferible que lo aplaces para otro momento en que te encuentres mejor. Darte un baño con agua caliente te ayudará a aliviar estos síntomas antes de iniciar el ejercicio.
- Asimismo, si acabas de sufrir un brote y aún permanece la inflamación, es recomendable esperar a que esta disminuya para volver a practicar ejercicio.
- Hacer respiraciones profundas a diario también te ayudará a expandir el tórax y mejorar tu capacidad pulmonar. Así que, ¡inclúyelas en tu rutina!
- Antes de empezar el ejercicio, es necesario calentar entre 5 y 15 minutos con movimientos suaves de las extremidades o simplemente caminando. Así prepararás tu cuerpo para la actividad posterior.
- Durante la sesión, es necesario que te hidrates, así pues, ¡no olvides preparar tu botella de agua!
- Al terminar la sesión necesitarás que la frecuencia cardiaca y respiratoria se normalicen. Deberás reservar unos minutos para el enfriamiento y vuelta a la normalidad.
- Los ejercicios no deben provocar un dolor que persista más de dos horas después de haber terminado la sesión. Si fuera así, deberás bajar la intensidad o el número de repeticiones de cada ejercicio.
- Márcate tus propias metas personales, pero siempre respetando tu propio ritmo y sin forzar tu cuerpo en exceso.
Si ya estás listo, sólo te queda empezar a moverte. ¡Ánimo!